miércoles, 11 de febrero de 2009

LA AMIGA


A veces Pilar se cuestionaba acerca de lo curioso que pueden llegar a ser los seres humanos en esas tantas idas y venidas que transitan la vida con sus aparentes casualidades. Recordó el día en que se encontró con la Guillermina Pérez, hace ya unos cuantos años atrás en Fort Lauderdale, Florida. Ahí estaba ella con un par de amigas atareadísima en compras de cursilerías finas con el fin de importar exclusividades para su selecta clientela. Ella obtenía al parecer un buen dejo de ganancias lo cual le resguardaba un pasar bastante digno para una mujer separada, con dos hijos que mantener y un ex marido económicamente ausente.
Según recordaba, la Guille fue la única confidente que tuvo durante la adolescencia hasta terminar la educación escolar. Después llegó el verano y se perdió todo contacto cuando su padre fue trasladado a Iquique. Volviendo atrás, aquel encuentro en Florida fue una coincidencia emocionante; era la segunda vez que se topaban por esas tierras lejos de la patria. Se abrazaron interminablemente e intercambiaron unos minutos de conversación. Ese día, Pilar se quedó con la sensación que a su amiga la vida le sabía perfecta, sus proyectos financieros estaban en su mejor momento y eso era suficiente para llenar cualquier espacio y expectativa que la Guille tuviera sobre sí misma. Era, según sus propias palabras, una mujer triunfadora y feliz.
Hace un año atrás se volvieron a encontrar. En esa ocasión la sorpresa se presentó en una consulta médica. Ahí estaba la Guille nuevamente, con su clásica figura, su desplante y esa arrogancia de buena cuna y esa voz profunda y grave que no le autorizaba pasar inadvertida. Por cierto nunca se llamaron ni hubo intento de hacerlo, tampoco existió la más mínima recriminación por ello. Se saludaron ese día como cada encuentro. Mucha era la casualidad, aunque Pilar para ser franca parecía no creer en ellas. Tampoco era el momento de pensar en eso, el instante sólo acogía la resonancia de los abrazos, los besos, las miradas de reconocimiento y de vuelta a los abrazos y a los besos. Después de aquel primer impacto, entablaron una íntima conversación, la figura principal del diálogo fue la Guille con sus altos y bajos. Ese día se ubicaba en el bajo, -las cosas ya no marchaban como antes-, las ventas y los viajes no eran posibles por una enorme deuda impaga y el tiempo de abundancia era sólo parte del pasado.
La encontró en esa ocasión con un trajecito de secretaria, un sueldo muy bajo para su estándar de vida y una ilusión desbordante de elevarse nuevamente, su esperanza la escondía en su cajón de escritorio, ahí esperaban unas cartillas de apuestas y juegos de azar. A Pilar le llamó la atención el observar como el futuro de su amiga había dejado de depender de sí misma, de su fuerza interior, de esa seguridad y desplante que en su juventud tanto admiró. - Pobre Guille- pensó. Esa tarde la compadeció y se compadeció a sí misma por observar tal debilidad.
Ya de noche en su hogar, recibió una llamada telefónica. Era Caco, el hijo mayor de la Guille, al que le calculó unos doce años sólo por referencia, no había tenido oportunidad de conocerlo. – Srta. Pilar- le dijo, - soy hijo de la Sra. Guillermina Pérez, ella se siente muy abatida y me pidió que la llamara para solicitarle si puede venir a casa. Necesita conversar con usted urgentemente.
Pilar se vistió con cierta prisa y salió en dirección al domicilio de su amiga. Deben haber transcurrido unos cuarenta minutos cuando presionó el timbre del departamento en un lujoso barrio residencial. Le abrió la puerta un jovencito de pelo colorado que evidenciaba el comienzo de la pubertad.
– Pase, adelante, por acá esta el dormitorio -. Pilar entró con cierta curiosidad y preocupación, se sentó junto a su amiga, le miró los ojos que le parecieron ajenos a la realidad. –Hola, ¿qué te sucedió?- le dijo la recién llegada.
– Pili- contestó la mujer, necesito que me ayudes. Tú ya sabes que he gastado el poco dinero que me quedaba para terminar el mes en las cartillas de juegos, esas que te mostré esta tarde. Después de hablar contigo me ha bajado una angustia tremenda; el dinero que me queda sólo alcanza para mañana y tengo pánico de no tener para mis hijos -. Obviamente esas palabras bastaron para remover el corazón de Pilar que se involucró con rapidez y sin hacer razonamientos. Le tomó las manos y estructuró en el acto un plan de rescate para ayudar a su antigua amiga. Esa noche Guillermina quedó un poco más tranquila al saber que no enfrentaría sola el problema.
Al día siguiente Pilar la acompañó al banco y pagó alguna de sus deudas, luego le compró víveres para una semana y finalmente le hizo un préstamo en efectivo hasta que se arreglaran sus finanzas.
Al poco tiempo volvió a visitar a la Guille y la encontró felizmente recuperada, había renunciado a su puesto de secretaria y se encontraba de vuelta en sus viajes e importaciones de cursilerías americanas. También se enteró que el dinero que le otorgó en préstamo se fue derecho a las arcas de los juegos de azar pero que la suerte la había favorecido con un gran acierto. Después de exponer sus nuevos logros, la Guille se comprometió a devolverle el dinero en dos o tres días a más tardar.
Bueno, el final de este cuento es que Guillermina Pérez después de ese día nunca la llamó y por supuesto no hubo devolución de dinero, pero como se dijo al comienzo de este relato acerca de lo curioso que pueden llegar a ser los seres humanos en esas tantas idas y venidas que transitan la vida y sus aparentes casualidades, las dos amigas se volvieron a encontrar a los pocos meses en un céntrico supermercado, se acercaron y saludaron de forma cotidiana. Pasado los besos y abrazos, Pilar le contó que estaba enfrentando un apuro económico y que hiciera el favor de devolverle a la brevedad el monto adeudado. En ese momento Guillermina la miró de pies a cabeza y le comentó a sus dos elegantes acompañantes, -¡cómo son algunas de estas mujercitas, creen que porque uno las conoce de saludo, tiene el deber de hacerles préstamos y favores para solucionarles la vida, como si para uno fuese regalada! -. Se dio media vuelta y girando sobre sus altos tacones se fue.
Pilar se quedó un rato en ese lugar, pensando en esas extrañas casualidades, en la pérdida del préstamo que hizo y la tremenda vergüenza.



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