jueves, 5 de febrero de 2009

EL BOXEADOR


De niño soñó que sería boxeador. Hoy, a sus veinticinco años, se encuentra frente a su oponente en el ring. El hombre pone su mayor concentración para no cometer faltas, dar golpes limpios y hacer un buen trabajo defensivo. Stevens tiene la esperanza de salir campeón en la categoría “peso pluma” y entrar a competir en las próximas olimpiadas.
El púgil no otorga otro propósito a su existencia. Cuida hasta el más pequeño detalle en función de sus expectativas. Su cuerpo lo considera templo de sus recursos y cada cicatriz representa un trofeo a la resistencia y a la fuerza. Su voluntad se alimenta por la altivez que le permite sobreponerse al dolor en silencio. Y es que el hombre, no concibe otra forma de vida, aún sabiendo que su rostro transgrede el arte y su musculatura es esclava del exceso. Si miramos en su interior, se descubre al ser humano con hambre de reconocimiento. Stevens, no alcanza a percibirlo, él sólo piensa en el título que lo hará campeón de su patria y del mundo.



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