viernes, 6 de febrero de 2009

EL HUECO




Conoció a la vieja Clodomira,
en su último viaje al sur,
y la trajo a su casa,
como dice la Clodo, de empleada.
La señora, prefiere llamarla su secretaria,
mientras la Clodo la mira de reojo,
y con esa rabia que se le incrustó en el alma piensa:
-¡Qué se cree esta vieja lesa!-
¿acaso imagina que soy tarada?.
Y de reojo su patrona la observa caminar;
ahí va con sus piernas gordas
que a duras penas atraviesan las puertas.
¿Será que engorda de tanto comer pan con tomate,
o todo lo que ansía se asimila alrededor de sus caderas?.
Mirarle la cabeza suele ser un poco más complicado,
parece que llevara una selva entre su melena crespa.
¿Por qué no se peina si la tiene hermosa?
Y también una selva le parecen sus ideas;
como el jueves que hizo una tortilla de fideos,
habría quedado buena si primero los hubiese cocido;
pero no acepta propuesta ni reproche,
y de inmediato se le escapan las palabras
para terminar a tropiezos con ellas;
no vaya a ser que sé de cuenta su patrona,
que la vieja Clodo no es perfecta.
Y la señora la observa mientras piensa
- cuántos azotes te habrán dado Clodomira,
que necesitas inventar tanto argumento -
Y luego la patrona le dice:
- ¡Pero Clodo, por qué te asustas, si a cualquiera puede pasarle!-
Pero ella no escucha y le responde:
-¡No señora, si lo que pasó con los fideos no fue mi culpa!-
Y se larga a llorar y usando el delantal que lleva puesto,
se seca las lágrimas y después lo retuerce entre sus dedos macizos.
Hoy la Clodomira se va de vacaciones,
tal vez la señora va a descansar un poco de todo este cuento;
la mujer se va al sur, al campo, su tierra querida,
lugar donde crió a sus seis hermanos
y donde no hubo tiempo para ella.
Entonces la Clodomira le cuenta como por enésima vez su historia, y le dice:
- ¡Señora la culpa es de los ricos!-
-¿y qué culpa tienen los ricos que tu madre se haya muerto y dejara siete huérfanos?-
le contesta la patrona;
-¿o qué tu padre se entusiasmara con otra y se arranchara en otro nido?-
La Clodo la queda mirando y pone cara de gato degollado,
cómo diciendo:
- ¡esta vieja cuica, se nota que vive en el limbo!-
-¡Vamos Clodomira, te voy a ir a dejar al tren!-
La señora le da un beso y la abraza,
mientras la Clodo no logra percibir,
que su ausencia deja un hueco en su patrona.






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